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Mito - Naranjo
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Leyenda, El Naranjo de Chocotete”
La leyenda de "El Naranjo de Chocotete" es un relato tradicional de la provincia de Manabí, Ecuador, específicamente asociado al cantón Jipijapa. Este mito, transmitido de generación en generación, está ambientado en los manantiales de Chocotete, un lugar conocido por sus aguas cristalinas y su entorno natural, cerca de un volcán extinto que lleva el mismo nombre.
Cuenta la historia que, en tiempos antiguos, las mujeres de Jipijapa solían caminar desde sus hogares hasta los manantiales de Chocotete para lavar ropa. Llegaban al amanecer, cargando grandes atados sobre mulas, y se instalaban junto a las piedras lisas y grandes que bordeaban las fuentes de agua, utilizando mates anchos para recoger el líquido que brotaba de la tierra. En lo alto de una ladera cercana a estos manantiales, crecía un árbol de naranjo que destacaba por una peculiaridad: sin importar la estación del año, ya fuera el seco verano o el lluvioso invierno, siempre estaba cargado de naranjas hermosas, jugosas y dulces. Estas frutas eran tan tentadoras que atraían las miradas de quienes pasaban por el lugar.
Sin embargo, había una regla implícita conocida por las lavanderas: el árbol permitía que sus frutos fueran tomados y disfrutados, pero solo si se consumían allí mismo, en el lugar. Nadie sabía exactamente por qué existía esta restricción, pero las mujeres respetaban esta tradición y comían las naranjas mientras trabajaban, sin intentar llevárselas. El misterio del naranjo y su generosidad perpetua se convirtió en parte de las charlas cotidianas entre las lavanderas.
Un día, un joven curioso y algo travieso decidió desafiar esta norma. Tentado por el aroma y la apariencia de las naranjas, recogió varias con la intención de llevárselas a su casa. Al comenzar su camino de regreso, algo extraño sucedió: el paisaje familiar cambió por completo. Donde antes había un sendero claro hacia los manantiales, ahora surgía una vegetación densa y desconocida, con cactus, moyuyos y cerezos. El joven empezó a escuchar murmullos extraños, lamentos apagados y sonidos de aves que revoloteaban entre los árboles. Asustado, intentó encontrar el camino de vuelta, pero en lugar de los manantiales apareció un pequeño lago con peces dorados saltando en el agua. Era como si la naturaleza misma hubiera cobrado vida para confundirlo.
Desesperado, corrió por un sendero que divisó a lo lejos, solo para encontrarse nuevamente frente al naranjo. Exhaustion lo venció y se dejó caer al suelo; las naranjas que llevaba rodaron de sus manos. En ese instante, la vegetación mágica desapareció, el paisaje volvió a ser el de siempre, y el joven, aturdido, escuchó a lo lejos las voces de las lavanderas. Corrió hacia ellas y les contó su experiencia, aún temblando. Las mujeres miraron al árbol y, según la leyenda, una sonora carcajada pareció desprenderse de sus ramas, como si el naranjo mismo se burlara del muchacho por su osadía.
Con el paso del tiempo, la vegetación del cerro Chocotete se fue perdiendo, y el lugar se transformó en un risco árido. Del naranjo encantado no quedó rastro; se dice que un día desapareció tan misteriosamente como había surgido, como si hubiera emergido de las entrañas de la tierra solo para enseñar una lección. La leyenda sugiere que el árbol estaba protegido por un encanto, quizás ligado al volcán o a espíritus de la naturaleza, y que castigaba a quienes intentaban romper sus reglas.
Este mito refleja el respeto de las comunidades manabitas por la naturaleza y sus misterios, además de servir como una advertencia sobre las consecuencias de la codicia o la desobediencia a las tradiciones. Hoy, el Chocotete sigue siendo un lugar de interés en Jipijapa, y aunque el naranjo ya no está, su historia perdura en la memoria colectiva.
CEPA
CHARDONNAY
VINO NARANJO
12°GL
7 MESES EN BARRICA DE ROBLE
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